Sin necesidad de marketing alguno, Taylor Swift y su reciente “folklore” consiguen brillar con gran calidad en sus canciones y unas cifras alucinantes
A lo largo de los últimos meses hemos ido viendo cómo varios artistas han aprovechado el confinamiento y la cuarentena para forzar su productividad y lanzar trabajos creados específicamente en estas semanas. La última en hacerlo y de una manera sorpresa ha sido Taylor Swift, quien sin previo aviso ha descubierto un nuevo álbum, “folklore”. La –de momento– desaparecida del Mad Cool ha sido protagonista además por superar con este trabajo el record de streamings de Spotify en las primeras 24h. Además lleva recogidas un gran número de críticas notables por parte de la crítica, ha vendido más de medio millón de copias físicas en su primera semana y ha conseguido un séptimo álbum número 1, colocándose en una tercera posición histórica en este aspecto sólo por debajo de Madonna (9) y Barbra Streisand (11).
Gracias en parte a la mano de colaboradores previos como Jack Antonoff (Bleachers, FUN.) y otros nuevos como Justin Vernon (Bon Iver) o Aaron Dessner (The National), “folklore” emite un aura otoñal y embriagadora. Taylor Swift aúna a lo largo de todo este proyecto el sonido indie y orgánico al que anteriormente sólo se había acercado o tocado de pasada. Con ecos a artistas como Sufjan Stevens, Lana del Rey o Damien Rice, el punto más fuerte de Taylor es reforzado por el intimismo desprendido de todo el álbum, que son sus capacidades de letrista y compositora.
Todas las canciones han sido escritas en cuarentena y sus historias son una mezcla de la realidad de la propia Taylor, sus amigos e historias imaginadas que le urgía relatar. Hay momentos en los que la artista se acerca a sus diferentes etapas, como es el caso de la popera “the last great american dynasty” y sus aires de “Lover” o la agridulce “august”, que narra el fin de una historia de amor de verano. En otros cortes como “betty” o “invisible string”, sin embargo remueve sus inicios en el country.
Sin embargo, en “folklore” la artista americana vuelve a crear un mundo nuevo y diferente a sus antecesores: intimista y sensible pero maduro y desenfadado a la vez, y todo ello proveniente de una persona a la que siempre le ha encantado exagerar sus dramas de una manera casi teatral. Son las canciones representadas por tonos más neutros las que más logran destacar, acompañadas de unos magníficos arreglos de piano y orquestrales que nunca roban el protagonismo de Taylor Swift.
Entre los cortes más destacados se encuentra “exile”, la colaboración junto al cantante de Bon Iver, Justin Vernon. Cada vez es más difícil encontrar en el mainstream una buena balada, pero a veces asoma un rayo de luz como esta canción en la que ambas voces se separan y se funden emotivamente mientras representan el momento de reencuentro de dos amantes tras haber roto su relación. Al igual que en “exile”, el piano es uno de los mayores aliados de Swift a lo largo de todo el álbum, bien de una manera más simple como en la recién mencionada, la apertura “the 1” o el destacado “cardigan”; o acompañando a producciones envolventes como ocurre en la evanescente “my tears ricochet”.
Estos sonidos envolventes y efecto de voces múltiples son también muy recurridos y bien recibidos en otros tracks de “folklore” como en otra de las mejores canciones, “mirrorball”. En esta, Taylor expresa su sacrificio y subordinación. En “this is me trying”, por su parte, la artista intenta reparar sus males en un acto de sinceridad, humildad y consciencia.
El séptimo álbum de Taylor Swift sigue poniendo de manifiesto –con cifras y calidad–que la artista es una de las más grandes ahí fuera, independientemente de lo que se trate de manchar su nombre, y que no necesita siquiera una gran estrategia de marketing para ello. Ya puedes escuchar “folklore” en su totalidad pinchando a continuación: