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El colorido mundo de Tyler, The Creator se enfrenta a la adultez en «CHROMAKOPIA»

El nuevo álbum del polifacético artista representa su lucha con el compromiso y la verdad, es un signo de los tiempos

Por Jesús Martínez García (X / Instagram)
El discurso artístico online me fascina. El comentario crítico en redes sociales gira en torno a clasificar discos, libros, películas, videojuegos y lo que se venga en mente mediante rankings, o defender un producto sobre otro por los récords que ha roto, por su posicionamiento en las listas o por la aparente y casi siempre objetiva «influencia» que ejerce sobre el resto. Si hay una voz en la industria musical que está cansada de esta extendidísima dinámica es Tyler, The Creator.

El rapero, compositor, productor, director y diseñador de moda se ha asegurado de que todo el mundo sepa lo poco que tolera la degeneración del debate hacia lo más superficial. A lo largo de 2024 ha concedido múltiples entrevistas que acapararon los titulares, ya sea por arremeter contra las tier lists de Twitter o criticar la falta de inspiración de raperos emergentes como Ian. Su nuevo álbum, CHROMAKOPIA, fue anunciado a mediados de octubre, cuando nadie se lo esperaba. No es como si ‘T’ hubiera estado ausente, todo lo contrario, pero después de que en 2023 lanzara una versión extendida de CALL ME IF YOU GET LOST (2021), sus seguidores creían que, por su hábito de lanzar un disco cada dos años desde 2011 ―hay que aplaudir la consistencia―, 2024 se quedaría vacío. Pero CHROMAKOPIA vino a romper con la tradición.

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Tyler en uno de los videoclips de CHROMAKOPIA

La sorpresa de IGOR (2019) dejó a todo el mundo expectante por lo que podría hacer Tyler, The Creator después de su obra magna. Es impredecible. Recuerdo que, cuando se anunció CALL ME IF YOU GET LOST, un amigo estaba convencido de que sería un disco de jazz, cuando resultó siendo un homenaje al rap de los 2000. CHROMAKOPIA es bastante continuista en este sentido, no tenemos a DJ Drama gritándonos en el oído sino a la madre de ‘T’ pidiéndole a su hijo un nieto, y en lo que respecta a las composiciones no hay nada revolucionario. Eso sí, Tyler se muestra más juguetón a nivel vocal, muchas inflexiones y cambios de tono que recuerdan a lo que hacen artistas de trap como Young Thug o Baby Keem.

En ‘Rah Tah Tah’, declara con orgullo que es el mejor de su ciudad después de Kendrick Lamar. ¿Por qué no ir más allá? Es uno de los mejores raperos del país americano. Su festival Camp Flog Gnaw es todo un éxito diez años después de su primera edición, celebrándose en los alrededores del estadio de béisbol con más aforo en todos los Estados Unidos, el Dodger de Los Ángeles. Cabe destacar que CHROMAKOPIA vendió 300.000 unidades en su primera semana y se convirtió en el disco de rap más escuchado en Spotify, a pesar de contar solo con cuatro días de semana frente a los siete que tienen las novedades de los viernes (¡se lanzó en un lunes!).

En ‘Sorry Not Sorry’, tema incluido en el deluxe del año pasado, Tyler hacía un intento por disculparse a aquellas personas de su círculo a quien pudo haber lastimado desde que saltó al estrellato en su adolescencia. A sus 33 años, el de Los Ángeles dejaba de lado ese perfil de artista extravagante que presume de un estilo de vida ostentoso para manejarse dentro de una confusión, un conflicto que nace de la fama, de una desconexión con la realidad. La canción transmitía cierta incoherencia, con un Tyler desubicado respecto a su relación con los fans, a la conciencia climática o a su identidad racial, llegando a lamentar que no utiliza su influencia para contribuir a la sociedad en conjunto, pero también, conscientemente, justificándose a sí mismo. Con esta canción, Tyler adelantaba CHROMAKOPIA año y medio antes de su lanzamiento, con un vídeo en el que acaba con la vida de cada una de las versiones de sí mismo que representan un álbum, una etapa de su carrera.

CHROMAKOPIA se suma así al catálogo de Tyler como su disco más introspectivo, una forma de terapia en la que el artista vierte sus pensamientos y emociones en la música para sacar algo en claro de su situación y desahogarse. Las comparaciones son odiosas, ya lo sé, pero este álbum entra dentro de ese subgénero del hip hop más personal que hemos visto en los últimos años, por ejemplo el 4:44 (2017) de Jay-Z o el más reciente Mr. Morale & The Big Steppers (2022) de Kendrick Lamar. A Tyler se le ha visto ahogarse en elogios de Mr. Morale, lo que tiene todo el sentido del mundo después de haber escuchado CHROMAKOPIA.

Este tipo de proyectos giran alrededor del artista que asume la responsabilidad de su sufrimiento, atravesando una catarsis necesaria para encauzar su vida a un estado de bienestar. El álbum como terapia es una idea muy creativa, que bien ejecutada, nos ha conmovido a muchos, y aunque no es tan popular como ponerle tu nombre de pila al disco ―en el último año lo han hecho A$AP Ferg, Post Malone, Megan Thee Stallion, entre otros tantos―, funciona de maravilla. En el caso del octavo álbum de estudio de Tyler Okonma, no estoy convencido de si el mensaje se trasmite. A veces parece que esté escuchando a un hombre maduro con mil experiencias a sus espaldas y un mundo interior riquísimo, pero otras, es como si el de Odd Future tuviera el bagaje emocional de un ‘prepúber’ con un podcast.

Tyler explora multitud de temas en un proyecto que mezcla la sinceridad con el oyente de Wolf (2013) como la fusión de géneros y los canturreos de IGOR. CHROMAKOPIA empieza fuerte con una estrofa de rap susurrada sobre una percusión que simula una marcha militar, a la que se suma Daniel Caesar con el leitmotiv del álbum, «Can you feel the light inside?». Hay un optimismo frente a la adversidad que Tyler ha insistido en CHROMAKOPIA, que cuenta con su madre como narrador e hilo conductor. La mujer es el pegamento que sostiene este mejunje de ideas tan dispersas, como si el propósito de su creador fuera simplemente constatar en qué punto de su vida se encuentra, su proceso para compartir sus dudas y aceptar su condición de persona con dudas.

Esa inconsistencia temática queda patente en la música desde el principio, la belleza de ‘St. Chroma’ salta a un rap súper agresivo con una pizca de The Neptunes en ‘Rah Tah Tah’ y este pasa a un sample de rock zambiano en ‘Noid’, que retorna a ese sentimiento de desesperación con los fans y el miedo a ser atacado, perseguido al tener un estatus de celebridad. El crítico cultural Frankie Pizá hablaba recientemente de ‘homofilia digital’, un concepto que sitúa el fenómeno fan en la actualidad y que Tyler, The Creator no soporta. El de Los Ángeles rapea sobre la paranoia que le causa el contacto constante de los paparazzi, el nerviosismo con el que vive las intromisiones en la privacidad que llegan a hacer sus seguidores y lo vulnerado que se siente cuando un hacker filtra demos.

Es aún más demencial que pase de este corte tan dramático a ‘Darling, I’, que parecía la canción romántica del disco hasta que ‘T’ rapea: “See, monogamy, that shit is not for me”. Esta tremenda oda al poliamor —desde la falta de compromiso— descoloca en la primera escucha. Yo sigo rascándome la cabeza ante este tipo de contraste, ¿Por qué Tyler es tan poco serio? La canción está bien, el throwback al pop de finales de los 90 y ese sample de ‘Drop It Like It’s Hot’ configuran un ritmo muy atractivo. También agradezco la contribución de Teezo Touchdown, que no falla una ‘colabo’. Eso sí, el pasaje hablado me recuerda a ‘Agora Hills’ de Doja Cat, aunque reemplazando la gracia de sonar ñoña por un cringe absoluto.

En ‘Hey Jane’, Tyler valora la posibilidad de ser padre mediante un diálogo que trae de vuelta ese larguísimo ‘WILSHIRE’ de hace ya tres años, aunque sin la duración excesiva y con nuevas perspectivas, y ‘I Killed You’ desgrana la relación del cantante con su identidad racial a partir de cómo trata su cabello. Les sigue ‘Judge Judy’, una cursilada que relata una relación con una mujer con intereses sexuales poco convencionales con Tyler otra vez cantando durante más de cuatro minutos, y ahora no hay instrumentación o invitado que lo salve —aunque he de admitir que me fascina ese puente instrumental—. Además, la narración cuenta con un giro final que parece de telefilme. Esperemos que no se base en una historia real, porque esta canción no le da ninguna justicia a la pobre Judy.

Por suerte, ‘Sticky’ hace honor a su nombre y rompe con el tedio para levantar los ánimos con un pegajoso festín de rap sureño, un delicioso plato de gumbo para amantes de ese hip hop festivo y explosivo, y que además cuenta con dos estribillos infecciosos. GloRilla y SexyyRed se lo pasan pipa sobre el beat y Lil Wayne vuelve para rematar, ya es tradición. Recuerdo mencionarlo en una reseña de CALL ME IF YOU GET LOST, y lo mantengo: Tyler debería producir Tha Carter VI.

En ‘Take Your Mask Off’ es donde las influencias de Tyler se notan más, es una canción que perfectamente podría haber firmado Kendrick en Mr. Morale, una invitación (para otros y para sí mismo) a renunciar a las apariencias y aceptar la identidad propia, la auténtica. Tiene muchas lecturas, sobre la delicadeza de esa base soul hay cierta violencia y desprecio, es casi amenazante. Se dirige a una persona diferente en cada estrofa, y la segunda, que hace referencia a un estereotipo muy concreto, el del hombre religioso y tradicional que es homosexual en secreto, es especialmente cruda: “Trade it all to be free and shine bright like the Sun / But you back on that religious shit as soon as you come”. Al final, Tyler se dirige a sí mismo, destacando su faceta más oscura y aseverando que necesita terapia (¿a qué espera?).

Después tenemos ‘Tomorrow’, en la que vuelve la idea de la paternidad, esta vez con miedo a la incertidumbre del futuro, la mortalidad y la fugacidad de la vida. Claro, suena mejor sobre el papel, son temas muy complejos como para condensar en una canción de 3 minutos. Echo en falta que Tyler desarrolle esta propuesta, sobre todo tratándose uno de los momentos más emocionalmente intensos del álbum. Y que esa espectacular sección de cuerdas solo se aproveche para el último estribillo es criminal.

Impecable por su parte ‘Thought I Was Dead’, en la que ‘T’ rapea como nunca lo había hecho en toda su carrera. Los coros y el viento metal vuelven para elevar el flow y la cadencia de un rap con el que ataca a los culture vultures con una agresividad y un sentido del humor contagiosos, y que opaca la aparición de ScHoolboy Q —que entra y sale en un abrir y cerrar de ojos—. La segunda mitad del tema transmite muy bien esa pasión y respeto que siente Tyler por su arte, es de los momentos más honestos y divertidos que nos ha dado («That’s big bro,» how, when y’all met yesterday? / This feel Planet of the Apes”).

Tampoco se queda corta ‘Like Him’, que retoma esa inseguridad de ‘T’ al haber crecido sin conocer a su padre, algo que ha tratado a lo largo de su discografía con diferentes enfoques, mayoritariamente desde la frustración y el resentimiento. Ahora, Tyler siente curiosidad (se repite “Do I look like him?”) y se enfrenta a una revelación devastadora. Ese padre que siempre creyó que lo había abandonado, no decidió marcharse, sino que fue apartado por su madre. El hecho de que el cantante comparta algo tan personal, al final de una canción tan emotiva, mediante las palabras de su madre, como testimonio directo, lo hace aún más crudo.

En cuanto entra ese teclado J-Pop en el primer segundo de ‘Balloon’ sé que estamos ante la canción del año, una explosión de arrogancia y sinvergonzonería. Y Doechii, por favor, ¡Dios bendiga a Doechii! Tiene una de las mejores voces que podemos escuchar en el género hoy, y la química que tiene con Tyler es inigualable, son dos artistas camaleónicos. Daniel Caesar regresa para resucitar un sample que podría salir en el The Life Of Pablo de Kanye (2016) y culminar esta épica erótica y desvergonzada. Tyler preguntó en sus redes sociales la semana del lanzamiento cuáles eran nuestras partes favoritas del álbum, yo me quedo con esta maravilla que evoca esa aceptación y desenfado que persigue tanto su autor. CHROMAKOPIA se difumina con un mensaje de esperanza en ‘I Hope You Find Your Way Home’, muy en línea con el núcleo temático del álbum y cerrando el disco con una broma sobre fluidez de género que a lo mejor no es tan broma. En el último año Tyler, The Creator ha dedicado unos cuantos versos a la identidad de género, desde la precursora a este álbum ‘Sorry Not Sorry’ a unas cuantas que ya hemos repasado, como ‘Noid’ o ‘Sticky’. Quizás solo es un recurso recurrente debido a la actualidad del tema, o a Tyler le divierte jugar con las palabras y reivindicarse dentro del colectivo gay, pero a lo mejor florece un nuevo Flower Boy (2017).

Total, que la crisis particular de Tyler es más bien una colección de pensamientos que llevan rondando por su cabeza en los últimos años. CHROMAKOPIA es desordenado y caótico, no como lo puede ser el BLUE LIPS (2024) de ScHoolboy Q, que experimenta en cada instrumento y estructura de canciones, sino en el mensaje. Tyler es un escritor muy minucioso para con la cohesión, siempre se ha ajustado a la temática de sus canciones y sabe producir temas redondos, pero estos saltos temáticos tan abismales terminan por desvirtuar lo que nos quiere contar CHROMAKOPIA, que puede ser el hogar, o lo que queramos que sea mientras encontremos paz en la música. La idea queda en el aire, y es una pena que Tyler no exprimiera el potencial de la estética militar y la ausencia de color que tanto prometía durante la campaña de promoción del proyecto. Cada uno lleva la crisis de los 30 como puede, supongo. Será muy dura, no lo sé, tengo 23 años, pero no parece tan jodida cuando eres Tyler, The Creator (o Charli XCX, o Porter Robinson, o…). Conclusión: CHROMAKOPIA no es tan potente como los proyectos que lo inspiran. Y puede que funcione mejor como un batiburrillo de sensaciones y pensamientos cotidianos de un treintañero que prolonga su juventud que como un viaje catártico, pero no hay nada malo en eso. No todo tiene que cambiarnos la vida. Y las comparaciones son odiosas. Al final, si la música es buena, eso es lo que importa.

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