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Rosalía no deja de transformarse en “MOTOMAMI”

La cantante española expone en su tercer disco todo aquello que lleva ofreciendo y en los últimos años, polarizando opiniones pero no la calidad de su arte

El camino desde “El Mal Querer” hasta “MOTOMAMI” de Rosalía ha sido algo digno de mencionar. Desde el lanzamiento de “Con Altura”, pasando por colaboraciones impactantes como “KLK” junto a Arca o su serenata con Billie Eillish, tracks con una fusión de estilos más dispar del palo de “A Palé” y “Aute Cuture”, la rumba catalana “Millonaria” o la bella balada modificada que es “Dolerme”. Todas ellas han sido un signo de la evolución de Rosalía como artista, quien ha parecido esforzarse en eliminar toda previsibilidad posible por parte de su público y aumentar constantemente sus registros sin tropezar.

Y puede que ello haya sido lo más bonito de este camino, el hacernos perder cualquier expectativa en ella para que simplemente se aísle su arte para crear canciones geniales independientemente del género que sean. Esto sería un buen primer esbozo de “MOTOMAMI”, el tercer álbum que la artista española termina de publicar y que refleja además todo este camino anterior.

“MOTOMAMI” es un disco en el que como Rosalía menciona nada más comenzarlo, se transforma. Es un cajón de sastre en el que prácticamente cualquier persona va a encontrar algo con lo que vibrar , pero a la vez limitará a aquellas con unos gustos más cerrados. Si partiésemos el título, “MOTO” representa la parte más transgresora y confiada, mientras que “MAMI” refleja la más humana, cercana y personal.

“Esto no es El Mal Querer” dice la cantante en “G3 NI5”, “es El Mal Desear”. Además de ser otra de las señales en las que expresa que no quiere comparar este trabajo con los anteriores, no es más que uno de los muchos ejemplos en los que apreciamos que Rosalía ya no se toma con tanta seriedad lo que hace y se permite dar toques de humor no sólo para el oyente, sino también para ella. Y es que desde los deletreos de su interludio “Abcdefg”, pasando por el vacile de la promoción de “HENTAI”, el uso de un tik tok viral para introducir “CUUUUuuuuuute” o el taladrante baile de “CHICKEN TERIYAKI”, la actitud de esta Rosalía está sin duda bastante lejos de aquella chica cuya voz brillaba en “Los Angeles”.

No está, sin embargo, tan alejada de estas raíces. Los grandes momentos vocales y la vulnerabilidad que presentaba en ese primer disco también han tenido su cabida en “MOTOMAMI”. En el cierre “SAKURA”, Rosalía expone de una manera teatral y envolvente la caducidad de la fama de una manera dramática. Este es un tema al que se alude varias veces en “MOTOMAMI” como ocurre en la bachata con The Weeknd o en el pseudo-bolero cubano “DELIRIOS DE GRANDEZA”, y que sin duda es algo que Rosalía ha podido sentir desde el lanzamiento de su anterior trabajo a este momento.

En “GE NI5”, otro de los momentos más vulnerables del disco, Rosalía luce su rango con voces modificadas e impulsos de órgano integrando lo orgánico con lo artificial. Es aquí donde se ve el impacto que ha tenido la pandemia en la creación del disco, en la cual habla de la distancia (con su sobrino) y la familia incluyendo un audio de su abuela hablando en catalán para cerrarlo.

Mientras “LA FAMA” y “DELIRIOS DE GRANDEZA” aluden a los géneros latinos clásicos de Rosalía, en “MOTOMAMI” encontramos también estas filias más arraigadas al presente. “CANDY”, uno de los cortes más pegadizos y comerciales, esun reggaeton lento en el que Rosalía samplea el “Archangel” de Burial y usa un beat potente y que se ablanda con sonidos más oníricos. En su otra colaboración con Tokischa “LA COMBI VERSACE”, la española une palmas con el dembow y un sintetizador maleable.

“BIZCOCHITO” es otro dembow, si, pero muy alejado del anteriormente mencionado. Este es mucho más acelerado y usa el sonido electrónico para crear ritmo y no envoltura, llegando a tocar sonidos que podrían asociarse incluso al hyperpop. Y esta atadura de lo latino con sonidos menos ortodoxos es otro de los recursos favoritos de Rosalía, que repite por ejemplo en el reggaeton industrial con jazz “SAOKO”. En “CUUUUuuuuuute”, por su parte, encontramos una gran maracanada brasileña llevada al extremo (aunque quien se encarga de aportar la percusión es la mexicana TAYHANA).

Aquellos que echaban de menos “El Mal Querer” tampoco de van a quedar sin ser servidos. “BULERÍAS” recupera el sonido neoflamenco que Rosalía posó en el mainstream hace unos años, aunque en esta la cantante sigue haciendo apología de su cambio (“igual de cantaora con un chandal de Versace que vestida de bailaora”). Por otro lado, si escuchas con atención “DIABLO”, esa percusión melódica y suave que usa antes de la intervención sorpresa de James Blake (este le devuelve el favor después de la colaboración entre ambos en “Barefoot In The Park”) recuerda a la que la española utilizaba en “DI MI NOMBRE” con una velocidad más rápida.

La verdad es que, cuanto más se escucha “MOTOMAMI”, más se puede ir deshaciendo el intrincado de influencias a nivel musical y la infinita cantidad de referencias a las que se aluden a lo largo del disco, que van desde la cultura popular española a Dios repetidas veces pasando por marcas o artistas de otros ámbitos. Es algo que, junto con la constante variación de géneros consiguen obsesionar y mantener activa la escucha.

“MOTOMAMI” es ya el álbum con mejor puntuación del año según Metacritic, que aúna la nota de varios de los medios más importantes del mundo. Y no es para menos, el esfuerzo de Rosalía de tocar tantos palos manteniendo aun así un proyecto tan coherente y reflejo del presente es algo tremendamente complicado y que ha tenido su justa retribución. Puedes escuchar “MOTOMAMI” al completo, a continuación:

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