“Esta ambición desmedida” es el documental de El Madrileño producido por Little Spain
C. Tangana estrenó el pasado fin de semana Esta ambición desmedida, un documental orquestado por su productora Little Spain que narra la creación, el desarrollo y la locura que supuso El Madrileño.
Santos Bacana, Cris Trenas y Rogelio González dirigen esta obra con una estética cuidada y una perspectiva única del que conoce detrás de cámaras aquello de lo que va a hablar. La película se divide en tres actos: la preparación de la gira, la gira y el conflicto (sobre todo al llegar a Latinoamérica) y por último, la redención de Pucho. Estos tres actos se emborronan con segmentos de otras secuencias temporales que hacen que a veces la narrativa pierda un poco su sentido, por ejemplo la cantidad de veces que se repiten cortes de la misma secuencia de Nathy Peluso. A pesar del montaje frenético, la película rehuye de la retahíla de planos impresionantes de conciertos que nos ofrecen sus semejantes. A pesar de poder hacerlo y tenerlo, Little Spain apuesta por una pieza casi observacional, a veces grandilocuente pero también íntima e introspectiva.
La ambición desmedida es la protagonista del documental por encima del mismo C. Tangana. En una crónica de una muerte anunciada, Antón lucha contra viento y marea de una manera casi cómica con tal de hacer el espectáculo más increíble posible. Mientras, el presupuesto se va a la deriva y su equipo le recuerda que “sabíamos desde el minuto uno que esto era una ruina”. C. Tangana se mueve con ansia para desgranar si el por entonces llamado Disco Latin (El Madrileño) tiene o no que seguir adelante y en qué condiciones lo hará el proyecto y la gira. Uno de los momentos más delirantes es cuando llama a un amigo/colaborador para hablar sobre el disco en día festivo y el otro le contesta que justo tiene que ir a buscar unos chorizos a casa de sus padres… Y Antón dice que sí, que van los dos si con eso pueden hablar del álbum justo ese día. Pero sin duda, un coprotagonista interesantísimo es su manager Kigo. Durante las dos horas y cuarto del largo están embarcados en discusiones sobre dinero, canciones, la gira y también su propia relación personal.
Antón Álvarez nos enseña su intimidad en los hoteles, en la relación con su novia o las múltiples frustraciones con su equipo. Se muestra introspectivo en esta pieza sin siquiera sentarse a hablar directamente con la cámara. La comunicación con su crew nos deja ver las inseguridades, el ego, la ira y la parte vulnerable de un personaje que hasta ahora, se había vendido como un genio enigmático, estratega y calculador. El cantante rehúsa de esa figura de genio, del C. Tangana ‘marketiniano’. “Siempre he pensado que había que ser un tiburón, pero he visto que no es la forma de proceder” recaba en la última parte del documental en esa entrevista orquestada del final en la que espeta: “no soy un genio, soy un currela”. El personaje poco a poco se come a la persona y Antón quiere alejarse de la manera en que es percibido. Alejándose de la ambición ya desbordada y reconducida, organiza una cena para redimirse de todo lo sucedido.
Casi al final y desde el cariño, Antón enseña a Alizzz su oficina mientras charlan. Ambos ya no entienden la movida actual del urban “a 620 bpm”, hablan del miedo a quedarse antiguo o de como Pucho quiere hacer algo que sea relevante porque sino “vas cayendo hasta ser jurado de La Voz”. Al que fue nuestro enfant terrible le reconcome la idea de la posteridad, el quedar, el transgredir. C. Tangana persigue a un Antón que huye de lo que fue. Pucho abrazó a El Madrileño pero ahora se pregunta, ¿quién es y quién será?
