En su segundo disco, la cantante americana y su hermano crean un pastiche pop fantástico en el que abren flancos en todas direcciones musicales
El reto que ha tenido Billie Eilish a la hora de lanzar “Happier Than Ever” era triple. No solo se ha tenido que enfrentar al conocidamente temido segundo álbum, sino que ha tenido que hacerlo con un debut de cifras inimaginables y, además, manteniendo su cabeza lo más fría posible teniendo en cuenta el catapultado ascenso a la fama que la cantante americana ha sufrido. Este último es, contra toda posibilidad, uno de los temas principales que Billie aborda en este magnífico proyecto en largo.
Quien pensara que los recursos de la artista y su hermano Finneas -principal productor y co-escritor de “Happier Than Ever”- se habían acabado o empezaban a ser monótonos, pueden comenzar a tragarse sus palabras. En este nuevo disco, Billie Eilish sigue poniendo a prueba la plasticidad de un pop propio que amenaza todas las etiquetas y por partes iguales a lo mainstream y underground. Estilísticamente hablando, podemos escuchar a Billie surcando sobre un pop que va rascando en cada corte paredes de otros estilos que van sumando versatilidad y ampliando las posibilidades de una artista que además crece en unas cualidades vocales que parecían a punto de estancarse.
Cuando escuchamos “NDA” hace un par de semanas descubrimos cómo a los hermanos no les importaba embarrarse con sintetizadores chirriantes o sonidos más club. Así, escuchamos en cortes como la mutante y obsesiva “I Didn’t Change My Number”, la polirrítmica “OverHeated” u “Oxytocin” cómo estos sonidos se llevan a unos extremos más lejanos y. Sin embargo, con un resultado excelente y sorprendente. Es en esta última mención corte además cuando se aprecia por primera vez en el disco la transformación de la actitud de Billie en algo monstruoso y desesperado que aspira a ser escuchado en todas las esquinas antes que optar por el minimalismo que siempre le ha caracterizado.
Toda la gama de armonías, recursos y modificaciones vocales utilizados en este álbum son sin lugar a dudas uno de los pilares más importantes de este. Ya no es solo la inacabable actitud camaleónica de Billie en su voz, la cual se nota cada vez más confiada, sino también las voces celestialmente arregladas de “GOLDWING” o las lanzadas al espacio en “Halley’s Comet” o el spoken word envuelto en melodías vibrantes de “Not My Responsability”.
En el tema homónimo del álbum, “Happier Than Ever”, la artista logra terminar de romper con todas las expectativas con un track que viaja desde un ukelele que pudiera parecer una versión desenchufada de “8” hasta una gran catarsis de desahogue vocal con una instrumentación colosal digna de cerrar el concierto de una banda mucho más longeva que ella
El gran trabajo de Billie Eilish y su hermano por modernizar el concepto de balada sigue su curso en este disco con un gran puñado de aciertos. Así, la la americana suma a su arsenal nuevos cortes el volátil y frágil adelanto “Your Power” la también orgánica “Male Fantasy” que cierra el disco, la intro de simple base “Getting Older”. Mientras tanto, Billie y Finneas siguen haciendo de las suyas y adaptan estilos clásicos al suyo, obteniendo un “my future” que bebe del jazz, el R&B /funk bailable de “Therefore I Am” y “Lost Cause” o una más autoexplicativa “Billie Bossa Nova”.
Puedes escuchar “Happier Than Ever”, el segundo disco de estudio de Billie Eilish, pinchando a continuación: