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Entrevistando a: Cristina Len | Raíces, oscuridad y pueblo


Cristina Len llegó a Madrid en 2021 con ganas de irse. Y no solo quería irse a Sant Ildefons, su barrio de Cornellà de toda la vida. Su vida, su irse, su deseo y su lamento estaba en su pueblo salmantino, Martiago. Con el corazón en Castilla y la intuición en el futuro, Cristina Len gestó TMLM (2024, Cycling Records/Montebello), su último álbum.

Cae la tarde en la capital y nos sentamos en una terraza a tomar un café. Cristina ha llegado con una camiseta con una vaca impresa, una pieza que me dice que le encanta y que recordaré más tarde en la conversación. Habla con pasión sobre su arte, con la rapidez de quien tiene mucho que contar y quiere explicarse porque lo tiene claro, porque ha pensado mucho en ello.

Fruto del éxodo rural pero también del amor de verano, Cristina se crió en el Área Metropolitana de Barcelona con una fuerte influencia de su familia castellana y esas referencias empapan sus últimos proyectos Alma Charra y TMLM. Su música actualmente bebe de fuentes tan eclécticas como Sega Bodega o el recuerdo de los cantes de su abuela en el pueblo. Por ello, es normal que su idea de tocar en directo pase por descentralizar su música, alejarla de las grandes ciudades. “Me apetece mucho girar por Castilla y León, por ejemplo. Nos centramos muchísimo en las ciudades, en Barcelona o Madrid y parece que sí o sí hay que hacer un buen sold out cuando para mí la música parte ahora mismo de otro lugar. ¿Por qué una persona de Burgos tiene que irse a Madrid? No tiene ningún sentido. Esta ansia por llenar Wizink’s, por vender dos años antes… Estamos hiper capitalizados, todo el mundo quiere ser famoso y se olvida de porqué está haciendo música. Para mí, los proyectos que despegan más son justamente los que se quedan con esa esencia inicial”.

Ese purismo sin el pureteo es justo a lo que suena Cristina Len. Explorando terrenos como la electrónica, el urbano o el pop, se acompaña del folklore para crear su propio concepto. “La música que hago desde hace un par de años es muy diferente a la que hacía al principio, también menos comercial. Cuando hice ‘sudas de mí’ la hice en una oficina de Diagonal 640 a las 22h de la noche cuando se había ido todo el mundo. Compré la licencia del beat en YouTube, la grabé con el móvil, le hice un par de ajustes y funcionó. Ahora hago música que creo que es mucho más elaborada porque me gusta desafiarme y poco a poco descubrir mi identidad musical”, me cuenta.

Con TMLM, la artista se propuso desde el principio un concepto muy concreto, fruto de un luto, pero con la intención de ser universal. “Tras la muerte de mi abuela de alguna manera volví a mis orígenes, a mi familia y a mi pueblo. Me agarré a mi pueblo porque era un lugar de paz, pero también con la muerte muy presente. Hay pocos habitantes y mayores, cada año muere alguien y es una sensación muy común, pero en la meseta es como que las penas se llevan por dentro. No se habla del suicidio, no se habla de la muerte joven, no se habla de nada. Siempre hay el “calla niña, calla” por encima”.

La relación entre los pueblos y la muerte es literal pero también metafórica: se muere la tradición oral, se mueren los ritos y se mueren los pueblos. “Me obsesioné con la idea de Dámaso Ledesma recogiendo canciones en los pueblos, con lo que cantaba mi abuela en casa, con mi tía Bárbara recitando… Al final todo era circular, el centro era el pueblo y la muerte. Por eso el título de la frase de mi abuela “todo menos la muerte se puede arreglar”.

Desde el principio, tuvo claro cómo crear el álbum: con la voz como elemento primordial y sin guitarras. Quería cucharas, bajos contundentes y percusión. “Quiero meter trazas de folclore, que no renovar el folclore, que no hacer neofolclore… si le quieren poner las etiquetas que lo pongan desde fuera, yo no quiero”. Y es que es evidente que esta corriente de vuelta a los pueblos, las tradiciones y el folklore se ha convertido en común en los últimos años, fruto de la idea de escapar de la vorágine capitalista del día a día o de hacer resurgir historias, canciones y acordes silenciados.

“Yo creo que en los noventa había una melancolía fea hacia la idea de la ruralidad o del folklore en España, tal vez por el franquismo y huir de la guerra y la miseria de la postguerra migrando a las ciudades. Yo ahora no tengo esa misma sensación, lo veo con una mirada actual de quien no ha vivido todo aquello. Ahora resurge todo esto porque antes tal vez no se había podido hacer. Ahora se admira la idea de la verbena del pueblo, de irte a vivir con las vacas y a tomar por culo”. Desde la actualidad hay una romantización de la paz y la tranquilidad lejos de las ciudades, me cuenta Cristina. “El campo es muy duro, y vemos lo monas que son las vaquitas sin pensar en la matanza de después. Volver a lo rural es volver al frío, a lo duro. Que se muera un abuelo porque no hay hospitales cerca, o que un caballo te de una coz por pasar demasiado cerca”.

Por eso, Cristina también conceptualizó el álbum también desde la oscuridad y el dolor a través de producciones también oscuras. En ello ayudó BRONQUIO, artífice de obras de Rocío Márquez o 41V1L, se subió al proyecto tan solo con ver la propuesta. “Es un productor que te arropa y te toma muy en serio, me ha encantado trabajar con él. Y trabaja con muchas mujeres, cosa que dice mucho de él en una industria como esta”. También se nutrió de la ayuda y los cantes del Centro Cultural Tradicional de Salamanca, me cuenta contenta “tuve que salir con tres bolsas llenas de libros. Maribel del centro me enseñó todos los instrumentos habidos y por haber: cucharas, sartenes, el pandero cuadrado de Peñaparda… Me pasé dos días ahí, comía delante de la catedral de Salamanca pensando en lo que iba a hacer. Me fui a Villarrubia y grabé con la coral y el resultado quedó precioso”.

La rave dnb de ‘SE MATA’ o la vorágine techno de ‘AMOR NO QUITA AMOR’, el reggaetón meloso pero triste en ‘CASTIGO’ o la ambición urbana y desesperada de ‘LAMENTO’ nos demuestra que, bajo un concepto pensado y concreto, hay un catálogo muy amplio de universos sonoros a explorar y temáticas que se desarrollan más allá del cliché. Así que mientras Cristina Len vuelve al lugar donde quiere volver, nosotros podemos hacerlo con ella.

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