¡Muy buenas a todos, cavernícolas! Ha pasado bastante desde que no nos leemos en la sección de ciencia de la cueva, pero estamos de vuelta. Hoy venimos a hablar sobre algo que ha acompañado a la música desde finales del siglo 19, el vinilo.
Vamos al turrón. Sacar el disco de su funda, ponerlo en el tocadiscos, seleccionar la velocidad correcta, bajar la aguja et voilà, la magia sucede y comienza a sonar tu tema favorito. Pero no, no es así de fácil…
Ya sabéis que aquí nos gusta ahondar en el asunto y, aunque el concepto es parecido a otros que ya hemos explicado, merece la pena conocerlo.
Antes de empezar, vamos a repasar brevemente como se fabrica un vinilo.
Todo comienza con la fabricación de un disco maestro de aluminio que, tras recibir un lacado, parte hacia el estudio para ser grabado. Una vez allí, un especialista combina sus habilidades con un torno -controlado por ordenador- para grabar la pista en forma de surcos a lo largo de toda la superficie del disco maestro. Un proceso un tanto delicado debido a las propiedades de la laca y a la cantidad de surcos de distintos tamaños -que no deben cruzarse entre ellos- necesarios.
Un pequeño break antes de continuar… ¿Sabíais por qué a estos discos se les suele llamar LP?
Significa Long Play, y viene asociado a un vinilo de larga duración, en el que se pueden grabar en torno a 20-25 minutos por cada cara.
El recorrido del disco continúa y, tras distintas operaciones y recubrimientos en el disco maestro, se obtiene un disco metálico -como en la imagen justo arriba- grabado que posteriormente se usará como patrón en el proceso de estampación del disco de vinilo.
El proceso llega a su final cuando una “galleta” de polivinilo, escoltada por una etiqueta en cada cara, entra en la máquina estampadora. Para los que no os hagáis una idea, básicamente una máquina donde el material se espachurra hasta adquirir la forma del patrón metálico. Después de un poco de procesado, se obtiene un disco de vinilo listo para sonar.
¿Seguís con nosotros? Aún nos queda un pelín…
Lo que ocurre cuando disco de vinilo suena en el tocadiscos es un concepto que si venís siguiendo la serie “Hablemos sobre el sonido” os debería sonar… Nos referimos a la inducción electromagnética, de la que hablamos en aquel capítulo sobre los altavoces.
Algo parecido ocurre en un tocadiscos. Una aguja es la encargada de recorrer los surcos del disco que gira a una velocidad constante de 78, 45 o 33 rpm, por lo general. Durante su recorrido, que puede llegar a ser de incluso 1km en surcos 3.500 veces más fino que un cabello humano, la aguja se mueve en todas las direcciones en torno a 18.000 veces por segundo. Un imán se mueve junto con la aguja, y aquí está el kit de la cuestión. El movimiento de este imán genera un campo magnético variable que, gracias al fenómeno de inducción, se convierte en una corriente eléctrica en un bobinado que termina transformándose en sonido al igual que ocurría en un altavoz.
Esto es todo por hoy cavernícolas. Antes de irnos os recomendamos que echéis un vistazo a Discogs, la web y app donde amantes y coleccionistas del vinilo pueden encontrar ese disco que tanto tiempo llevan buscando sin éxito. Sin más dilación, esperamos que la lección de hoy haya resultado amena y… ¡Hasta la próxima!
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