En su disco debut, el cantante valenciano Raúl Martí brilla embadurnándose en oscuridad y huyendo de todo lo esperable

En un momento del pop en el que las pulsaciones son cada vez más fuertes y las melodías pegadizas lo más demandado, que surjan discos como el que termina de lanzar el cantante, compositor y productor Queidem parece algo hasta anecdótico. Evitaremos todo mal es la obra barroca, vanguardista y envolvente con la que el artista valenciano se ha presentado en el formato largo. Se trata de un trabajo que huye de la radio-fórmula para centrarse en algo mucho más intimidante que las listas en los tiempos que nos corren, el sentimiento y el dolor en su estado más introspectivo y visceral.

En Evitaremos todo mal, Queidem plasma una historia de pérdida y reencuentro con uno mismo, referenciando en su título a La Metamorfosis de Ovidio en la que el alma de Julio César termina convirtiéndose en estrella. Este ciclo de sentimiento es algo con lo que muchos pueden identificarse, pero el giro de tuerca viene anclado a la manera en la que esta historia se cuenta, explícita y elaborada en lo lírico y lo musical.

Así, en Evitaremos todo mal se puede apreciar un hilo conductor consistente en la de-construcción de uno mismo o la soledad a las que se alude de diferentes maneras a través de metáforas, referencias religiosas (‘Halo dorado’) y mitológicas (‘Tánatos’, ‘Atlas’) e incluso juegos de palabras (‘Martí R’, ‘Elegía’). Y aunque se puede apreciar que Queidem ha dado una mayor importancia a regodearse en la oscuridad de sus fantasmas y sus fatídicos pensamientos, estos no hacen más que preceder a una “muerte” de todo lo arrastrado (‘Elegía’) y un “resurgimiento” con un futuro esperanzador en el amor y la autoconfianza (‘Despedida’).

En la primera parte de Evitaremos todo mal, Queidem echa de menos, se aferra a recuerdos evanescentes y dolorosos y le acechan los fantasmas del pasado. En ‘Canción desesperada’, unas cuerdas simples y arpegiadas sirven de base para el tándem de los sermones de un cura italiano y la frágil voz del cantante que trata de expandirse a todos los rincones. 

Con ‘Niebla’ podemos escuchar a un Queidem rememorando un amor doloroso con un estilo que recuerda al mejor Sufjan Stevens con una composición simple y efectiva de guitarra y piano. ‘Perdiendo amores’, por su parte, es una pieza vocalmente desgarradora que evoca un momento desesperado en el que cualquier muestra de cariño es válida aunque a la larga vaya a doler, un sentimiento que Queidem mantiene en ‘Marti R’, nuestro momento favorito del disco.

‘Marti R’ no sólo es una gran manera de poner en perspectiva el autoboicot sentimental que se postra a lo carnal y momentáneo con un nombre que a Raúl Martí le va como anillo al dedo. Musicalmente hablando, el  track rebosa emoción y ata tradición y actualidad con un gran momento que recuerda a los paseos de semana santa. Este es relevado por sintetizadores y cuerdas que pierden poco a poco el sentido hasta llegar a ‘Tánatos’, un mar de voces moduladas que parecen representar la total pérdida de control de los pensamientos y que nos arrastran a un lugar en el que se ha tocado fondo.

‘Hay fantasmas’ y ‘Atlas’ son dos de los momentos más íntimos de este Evitaremos todo mal, con múltiples ecos y voces corales acompañando a los pensamientos reminiscentes y erráticos que exterioriza el cantante. Estos no hacen más que llegar a una conclusión del disco en la que Queidem canta como un espectador de su propio funeral en ‘Elegía’ , sólo para “renacer” en ‘Despedida’, el corte final guiado por melodías vibrantes, coros magnéticos y percusiones tribales donde parece canalizarse el ascenso a los cielos. 

Evitaremos todo mal es sin duda la prueba fehaciente de que Queidem es uno de los artistas de las nuevas generaciones más especiales, y un ejemplo de artista que ha sabido escuchar su instinto a la perfección para crear este álbum conceptual tan redondo, detallista y sensible. 

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