Vivimos desde dentro la tercera y última noche de Ralphie Choo en la capital, como parte de su gira
Hay veces que el sentir de las redes sociales y del boca a boca cuando se habla de “los mejores álbumes del año”, por desgracia, no se corresponde luego con la realidad de un bolo. Este no ha sido para nada el caso de Ralphie Choo, quien después de lanzar su álbum debut SUPERNOVA ha llenado tres fechas en la sala La Paqui.
Hace unos días hubo una polémica con una historia que posteó el cantante Fran Laoren, que criticaba a los artistas que hacen quinientos TikToks intentando que se haga conocido un producto que no es bueno. Dejando un lado las discusiones, lo que saqué en claro de esto fue que es cierto que cada vez vemos más artistas preocupados en la promoción y en los TikToks, que en crear algo que destaque por encima del resto por su calidad y que esté hecho con pasión y corazón. En la era de la viralidad, el marketing digital y las promociones pagadas, Ralphie es uno de esos artistas que ha llegado a donde está haciendo muy buena música y lo que es más importante, provocando emociones.
Después de haber disfrutado de la experiencia de escuchar SUPERNOVA desde la comodidad de nuestros cascos, quisimos vivir esos estímulos que inyecta el LP con su show en directo. En concreto el de la tercera fecha, que se situó en un domingo de puro invierno madrileño que contrastaba con el calor de La Paqui y su sold out. Dos veces más había conseguido llenar esta sala con capacidad para unas 1000 personas en los días anteriores; es decir, Ralphie habría llenado más de una Riviera con el total de asistentes repartidos en los tres días.
Con estas premisas y con todo el mundo expectante, Ralphie se dispuso a salir a este último round en el que acabar de echar el resto. Lo hizo con una máscara protectora de las que usan los futbolistas cuando se han roto la nariz, como si fuera John Terry en su prime. Además, el corte y el rubio teñido de su pelo le daba aún más esa estética de ‘jugón’ de principios de siglo.
El show de SUPERNOVA no merece otra cosa que no sea música en directo, por lo que hasta las palmas de canciones como ‘BULERÍAS DE UN CABALLO MALO’ sonaron en vivo gracias a los músicos que le acompañaban. La producción fue sin duda uno de los grandes atractivos, tanto a nivel sonoro como visual. Contaron con distintas cámaras que enfocaban a Ralphie incluso desde la perspectiva del público y cuyas imágenes, que se reflejaban en la pantalla, daban una estética realmente única. Era como estar viendo los mejores momentos del concierto mientras estaba ocurriendo.
Ralphie se mostró hiperactivo, yendo de un lado para otro, tocando instrumentos y sacando invitados, aunque en ocasiones le pudiera llegar a fallar la voz después de dos bolos anteriores dándolo todo. Pasaron por la tarima mori, rusowsky, Abhir y Barry B, todos aportando su granito pero dándole el foco a un Ralphie que estaba haciendo historia dentro de lo que es su carrera hasta el momento.
El bolo tuvo momentos muy especiales como el de Ralphie interpretando con el teclado y el vocoder mientras conectaba con gente aleatoria a través de la página Omegle, o la ‘kiss cam’ que enfocaba a gente del público mientras sonaba el maravilloso ‘VOYCONTODO’, que despertó escalofríos. De hecho, los momentos que erizaban la piel se sucedían con momentos de saltos y desenfreno; es también la propia naturaleza del álbum, que pasa de algo como ‘MÁQUINA CULONA’ al propio ‘VOYCONTODO’.
Los momentos finales sirvieron para darle hueco a canciones algo anteriores al disco como ‘VALENTINO’, que cerró el evento con la locura inherente a la canción; Ralphie Choo saltó descamisado a los brazos del público, que le elevó una última vez (esta de manera literal).
Fue el típico concierto al que la gente hará referencia cuando vean a Ralphie Choo confirmado en el cartel de un Coachella: “¡Yo le vi en La Paqui cuando estaba empezando por menos de 20 pavos!”. Quizá es tirar un órdago demasiado ambicioso pero, viendo el arte que lleva dentro y su proyección, ¿quién no le querría tener en su escenario?
